«Sigamos a Jesús porque nos amó hasta el extremo», exhortó el cardenal Poli al iniciar la procesión, que marchó por la Avenida de Mayo, en la que -recordamos- Jorge Bergoglio participaba caminando entre la gente.

Más de 10 mil personas participaron de esta nueva edición del Vía Crucis porteño, y en las meditaciones de las catorce estaciones se reflexionó en la necesidad de llevar «la luz de la misericordia» a quienes están solos y necesitados.

También se pidió por las personas que se encuentran sin apoyo, los niños inocentes condenados a una muerte prematura, los jóvenes excluidos de un futuro mejor y tantos ancianos condenados a vivir en soledad.

La procesión fue encabezada por la imagen del Cristo del Buen Amor, una talla de poco más de 1,80 metros también conocida como el Cristo de los Futbolistas, y una imagen de la Virgen Dolorosa, realizada en 1870.

Participaron de la marcha distintas entidades, entre las que se encontraban representadas por dirigentes APTHGRA y UTHGRA, que adhirieron al tradicional evento religioso.

Un grupo de fieles también llevó en andas una cruz penitencial de 15 metros de largo y un peso de 130 kilogramos, como «una expresión de solidaridad a Jesús y muestra de sacrificio».

En Plaza de Mayo se representó la crucifixión de Jesucristo, que estuvo a cargo de un grupo de actores en un escenario a modo de Monte Calvario, donde el cardenal Poli hizo una reflexión.

Luego se realizó la ceremonia simbólica del entierro de Jesús, cuya imagen yaciente fue llevaba después en medio de un pasillo de velas hasta la catedral metropolitana, donde fue recibida y depositada junto al altar mayor para su veneración.